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Daniel Flores Gutiérrez

Es investigador en el Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es editor del Anuario del Observatorio Astronómico Nacional del Instituto de Astronomía; está a cargo de las efemérides astronómicas del Instituto de Astronomía y de la curaduría de la Colección de Meteoritos del mismo instituto. Es miembro del Departamento de Astronomía Galáctica y Planetaria.

Daniel inició su carrera en la Escuela Superior de Física y Matemáticas del Instituto Politécnico Nacional. Cursó su Maestría en Física en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, y actualmente es candidato a Doctor en el Posgrado Ciencias de la Tierra, especialidad en Física del Interior de la Tierra, del Instituto de Geofísica. 

Aspectos astronómicos de las celebraciones del Fuego Nuevo surgidos de la astronomía teotihuacana 

De la tradición azteca sabemos de las importantes celebraciones seculares de Fuego Nuevo llevadas a cabo en intervalos de cincuenta y dos años. Seguramente entre las numerosas actividades que debieron haberse efectuado durante su preparación se hallaban implícitas observaciones de la bóveda celeste y la aplicación de conceptos astronómicos que sustentaban el completamiento de los ciclos del sistema calendárico. Ejemplo de ello fueron los pasos de las Cabrillas (las Pléyades) en medio del cielo a la media noche, en Tenochtitlan, citados en las fuentes coloniales y por un gran número de estudiosos hasta nuestros días. Todo ello nos hace ver de la existencia de métodos para la observación de sucesos periódicos que, al paso del tiempo, se transformaron en significantes astronómicos cuyas visiones surgieron muchos siglos atrás en el pasado mesoamericano. 

Presentación de Daniel Flores Gutiérrez

 

 

“¿Se puede ligar esta práctica (de la celebración del Fuego Nuevo), tanto de observación del cielo, como religiosa, con una distancia tan grande entre Teotihuacan y Tenochtitlan?”, ésta fue la pregunta leída a manera de introducción por el Dr. Alfredo López Austin el pasado viernes 18 de septiembre; donde el Maestro Daniel Flores Gutiérrez presentó una interesante conferencia intitulada “Aspectos astronómicos de las celebraciones del Fuego Nuevo surgidos de la astronomía teotihuacana”.

    El maestro nos explicó que el propósito de su presentación era hacer una revisión de estos aspectos astronómicos en el mundo mesoamericano, porque, según él, se podía observar que iban permeando diferentes regiones mesoamericanas.

Según el expositor, existen varias evidencias de que los teotihuacanos practicaban la observación de la bóveda celeste; uno de los ejemplos que nos mostró fue el plano del centro ceremonial teotihuacano, el cual fue construido aplicando técnicas matemáticas y astronomicas para determinar su meridiano y la división de los polos geográficos.

     Nos comentó que todo surgió a partir la invitación que le hicieron para participar en el “Proyecto Tlalocan”, equipo que encontró frente a la pirámide de la Serpiente Emplumada un tiro con alrededor de 83 centímetros de diámetro y una profundidad de 13 metros. Daniel Flores propuso que la teoría para su interpretación es que, posiblemente, el tiro había sido utilizado como un observatorio o un instrumento astronómico, pues se encontraba en las cercanías del paso cenital. Para sustentar su opinión citó varios ejemplos de tiros verticales en dos ciudades mesoamericanas: Monte Albán y Xochicalco. Aunque, no sólo se utilizaban los tiros para la observación del cielo, también las torres, varias de las cuales se encontraban en la Península de Yucatán, ejemplo de esto lo podemos hallar en Chichén Itzá.

      Además, nos habló de la cuestión de la cuenta de los días, a partir del uso de dos calendarios mesoamericanos: el de 360 días (tun, xiuhpohualli) y el de 260 (tzolkín, tonalpohualli), el primero funcionando en cuestión a 18 veintenas, y el segundo en 13 veintenas; el primero tenía fines administrativos, el segundo, adivinatorios. Se recurría a la observación del cielo con el objetivo de acomodar el calendario, para ver dónde comenzaba y dónde concluían el ciclo.

      Comparó dos sucesos ocurridos en las mismas fechas: 1) el mes de atlcahualo, celebrado en honor a Tláloc y que marcaba el inicio del año mexica, y 2) la puesta de sol justamente en la cúspide de la Pirámide del Sol el 7 de febrero; Daniel citó que a causa del reacomodo del calendario Juliano por el Gregoriano, el dos de febrero pasó a ser el 7 de febrero; actualmente, si uno va  entre el 7 y el 13 de febrero a Teotihuacan y observa desde la plataforma adosada a la Pirámide del Sol, se dará cuenta que el día siete (como ya se mencionó) el sol aparece en la cima y el 13 cambia ligeramente hacia la izquierda, en la planta del edificio, marcando los “cinco días funestos”, o días del reacomodo del calendario, así como el inicio de un nuevo año.

         En cuestión al calendario de 260 días, hizo la observación de que hay dos fechas en que el sol en el mismo punto: 11 de febrero y 30 de octubre:

 

Si seguimos el sol a intervalo de 260 días…y graficamos ésta curva…resulta que se intersectan éstas dos curvas que coinciden a un solo valor del sol, esto quiere decir la      distancia del sol con respecto al ecuador celeste, esto no es otra cosa más que la latitud de  la tierra…cuando el sol alcanza la declinación de 19 y cacho… es          cuando ocurre el         paso cenital.

 

También, los edificios adosados de las pirámide de La Serpiente Emplumada y de la Pirámide del Sol servían para observar el surgimiento de la constelación de Orión como representativo del Ecuador Celeste, además citó algunos ejemplos de edificios en Mesoamérica en que ocurre lo mismo: el Templo 5 de Tikal, el Palacio de Chichén Itzá, Cantona, los edificios N y P de Monte Albán, de igual manera, en el Templo Mayor de Tenochtitlan se observaba el surgimiento de Orión, pero un poco más inclinado hacia el Templo de Huitzilopochtli, y cuando salía el sol entre ambos edificios en el equinoccio, el astro proyectaba un aro de luz entre éstos.

Otro astro que se observaba era la estrella de la mañana: Venus, asociada con el águila, la flor de cinco pétalos, la tortuga y la mariposa. Venus cuenta con cinco ciclos sinódicos de ocho años, en que sufría una conjunción con la constelación de Orión.

        En Teotihuacan se han encontrado varios elementos que se relacionan con aspectos astronómicos y calendaricos, algunos de éstos fueron: el hallazgo de una tortuga, un monolito con forma de xiuhmolpilli (significado de la anudación de los 52 años), escultura mural (Tláloc alado con ataduras) y un incensario bicóncavo compuesto de tres partes con los extremos trapezoidales: clara alusión a Orión.

De igual manera, citó los hallazgos de Rubén Cabrera: entierros múltiples que se relacionaban con el calendario de acuerdo a su posición y orientación: 18 individuos=meses del año; 8 individuos= ciclos sinódicos de Venus (estos 8 correspondiendo a mujeres), así como números que discurren entre sucesiones calendáricas: cuatro grupos de 20 individuos sobrepuestos sobre el suelo, solo adosados con lodo, cada grupo en alguno de los cuadrantes (norte, sur, este y oeste).

      Por último, Daniel Flores nos mostró imágenes de los caracoles gigantes encontrados en el túnel que pasa por debajo de la Pirámide de la Serpiente Emplumada, indicándonos la clara asociación con dos elementos: Venus y Tlaloc.

También nos presentó su más reciente libro (en el que participó como coordinador): Legado Astronómico, publicado por la UNAM en 2011, en él se hace un abordaje histórico de la astronomía en México, con la participación de 37 autores de diversas disciplinas (astronomía, historia, antropología, matemáticas, etc.); el libro está dividido en tres partes; la primera recorre la historia de la Colonia hasta la cámara Schmidt, telescopio instalado en 1942 en Tonantzintla, Puebla; la segunda parte está dedicada a los precursores de la astronomía en México; por último, el tercer capítulo aborda el tema del desarrollo de la astronomía entre las culturas mesoamericanas.[1]

         Los invitamos a ver la sesión y a formarse su propia opinión. Esperamos sus comentarios.

 

[1] Daniel Flores Gutiérrez, J., Margarita Rosado Solís y José Franco López (coord.), Legado Astronómico, México, UNAM, 20011, 250 p.

 

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